Ahora tengo la oportunidad de disfrutar de una pequeña casita en una isla preciosa,
de esas en las que siempre hace sol y calor, con un montón de animales exóticos,
tan difíciles de encontrar y con muchas flores sobre todo de esas rojas,
como las que se ponen las hawaiianas en el pelo.
Desde lo más alto, puedes ver el horizonte, las olas, las montañas, ...unas vistas
que son una motivación para levantarse todos los días con una sonrisa de oreja a oreja
y con unas ganas inmensas de comerse el mundo.
Hay una playa, donde cuando quieras, puedes relajarte y cerrar los ojos,
y sin quererlo, se para el tiempo.
Solo estáis tú y el mar.
También puedes correr por la playa y gritar de felicidad,
o apoyarte en una palmera y quejarte de lo mal que te tratan los mosquitos por la noche
o confesar hasta el más profundo de tus secretos porque nunca te habrás sentido tan segura.
Y ¿sabes lo mejor de todo?
que aunque tú lo creas, nunca estarás sola.
Siempre tendrás una dirección hacia la que poder correr.
Así que he decidido que como solo se vive una vez, y que me gusta esta isla, si ...,
y como no tengo nada más que lo que soy, con tiempo y esfuerzo haré que esta isla sea mía.
Será mi isla,
y cada día trabajare para que mi casita llegue a ser un gran palacio
que me permita disfrutar de todas las cosas que la isla me ofrezca
y sólo me iré si los pájaros desaparecen,
si las flores dejan de crecer
o si cada vez que me levante no vea más que nubes
y tenga la sensación que de nunca más va a asomar el sol.